La FIDE organiza cada año un torneo para elegir al mejor jugador del mundo “aficionado” o Amateur de Ajedrez, con motivo de promocionar el ajedrez entre los jugadores no profesionales. Pero, ¿qué significa ser un jugador aficionado, o qué lo diferencia de un jugador profesional? Y no vamos a entrar en discusiones sobre la necesidad de organizar un campeonato así, al fin y al cabo, cuantos más torneos se hagan mejor para la salud del Ajedrez (y de los ingresos por inscripciones).
A mediados de los años 90, este tipo de torneos eran organizados para jugadores sin ELO FIDE, algo con mucha lógica, pero me imagino que aquello no le cuadraría muy bien al ganador ni a sus amigos cuando les dijese: “Ey, soy el campeón del mundo de ajedrez pero de la categoría de los peores que juegan”. Así que poco después se puso un límite de 2000 de ELO, algo ya más razonable aunque ambiguo igualmente. A partir de 2016 se crearon tres categorías, sub 2300 (justo el límite para conseguir el título de Maestro FIDE), sub 2000 y sub 1700; además de la categoría femenina. Uno de los premios para el ganador sería el honor de obtener el título de Maestro FIDE (si no lo tuviera ya) y para el segundo y tercer clasificado, el título de Candidato a Maestro (CM).
No hay que olvidar, que hoy en día suele haber un consenso en el mundo del ajedrez a la hora de “etiquetar” los diferentes niveles. Se dice comúnmente que un aficionado es aquel que está en un nivel por debajo de los 1800 de ELO. De 1800 a 2000 se considera un “Jugador de Club”. Entre 2000 y 2300 ya es un jugador “Fuerte” o “Experto”. Luego están ya las titulaciones y por encima de 2700 la élite mundial.
Definir qué es un jugador profesional en ajedrez no es tan fácil, incluso en cualquier otro deporte o profesión. ¿Es necesario que alguien se gane la vida jugando al ajedrez para afirmar que es un profesional? Y no hablamos de trabajar dando clases de ajedrez en colegios, clubes o cursos por internet, sino de tener el nivel suficiente para conseguir ganar al menos un sueldo medio jugando torneos. Ya dependiendo de otros factores como del país en el que vivas, el aumento creciente de practicantes y por consiguiente el alto nivel de los campeonatos, al final las posibilidades de vivir de ello van siendo sólo para unos pocos. Ya lo dijo el Gran Maestro Daniel Forcén: “Si no estás entre los 40 o 50 mejores del mundo es muy difícil vivir del ajedrez”. Quizá pensemos que exagera, pero aun bajando el listón hasta los 100 mejores del mundo, sigue siendo casi una quimera. Siendo realistas, la inmensa mayoría de los que ganan dinero en torneos lo hacen como un complemento a sus ingresos principales. Así que esto reduciría la cantidad de “profesionales” del ajedrez a una cantidad ínfima comparado con la cantidad de jugadores de gran nivel que hay en el mundo.
Si lo comparamos por ejemplo con otros deportes como el fútbol, podríamos decir que un Gran Maestro, que ya está a un nivel muy alto, y que vendría siendo un jugador de primera división, lo más probable es que no pueda ganarse la vida jugando sólo al ajedrez. El grupo de “profesionales” quedaría entonces reducido a los que están por encima de 2700, es decir, la élite, un grupo muy reducido de 40 ó 50 jugadores. Por todo esto, no deja de ser insólito que se hagan de manera oficial campeonatos del mundo para “profesionales” y otros para “aficionados”, y de ser así, habría que poner el límite por debajo de los 2700. ¿Pero quién le dice luego a un jugador de 2600 que es un aficionado al ajedrez?
El pasado 30 de octubre finalizó el Campeonato Mundial para Aficionados de este año en Malta. El feliz ganador recibió el título de Campeón del Mundo Aficionado sub 2300. ¿No sería más lógico decir simplemente Campeón del Mundo sub 2300? Al fin y al cabo no existe un campeón mundial “profesional” sub 2300.
Bromas a parte, y como dije al comienzo, cualquier excusa es buena para organizar un torneo de ajedrez.